Emilio tiene 37 años y dirige su propia empresa. Me comenta que está perdiendo la memoria y que está convencido de que tiene un principio de Alzheimer. Ya ni siquiera se molesta en intentar recordar el nombre de la gente nueva que va conociendo, aun siendo consciente de lo importante que es para su negocio.
Ayer mismo, no se acordaba del número de teléfono de su socio al que llama todos los días y tuvo que consultar su agenda. "De todas formas, no creía que la senilidad comenzara tan pronto…", comenta.
Mi primera pregunta le sorprendió: "¿Cuántas horas duermes por la noche?
-Entre seis y siete horas,
¿por qué?
-¿Necesitas un despertador para levantarte por las mañanas?
-¡Claro! Si no, no me despertaría.
-Si te tumbaras durante el día en una habitación con poca luz,
¿crees que te quedarías dormido?
-Sí. He intentado ir a clases de yoga pero, en cuanto empezamos con la relajación, me quedo dormido".
El diagnóstico es claro: falta crónica de sueño. Según mi experiencia, constituye la principal causa de problemas de memoria en las personas jóvenes, mucho más frecuente que la demencia.
Varios estudios realizados en Estados Unidos estiman que más de la mitad de las personas dormimos entre una hora y una hora y media menos de lo necesario.
En el siglo XVIII, la media de horas de sueño estaba entre nueve horas y nueve horas y media, ritmo que se calculaba según las fases del sol y la luna. Pero, en nuestro siglo, respetar las necesidades de sueño se ha convertido en un lujo. Algo que solo hacemos en vacaciones, y ni siquiera. En las ciudades, admitir que dormimos más de ocho horas denota incluso una cierta "falta de ambición". Sin embargo, las consecuencias por la falta de sueño no se limitan a meros problemas de memoria. También provoca problemas de concentración, irritabilidad crónica con nuestros hijos o empleados, dificultades a la hora de tomar decisiones y, lo que es aún más grave, dificultades para encontrar el placer en las pequeñas cosas de la vida… y para sonreír. Se estima que funcionamos tan al límite de nuestras necesidades que los accidentes de tráfico aumentan un 10 por ciento durante la jornada en que pasamos al horario de verano y perdemos una hora de sueño. Además, la falta de sueño es la segunda causa de accidente en la carretera, después del alcohol.
¿Cómo saldaríamos esta deuda con el sueño? Lo primero que hay que saber es que es acumulativo: no basta con dormir toda una noche para recuperar la pérdida de una a dos horas diarias de sueño durante un mes. Tampoco sirve dormir una hora más durante el fin de semana. Para quienes puedan hacerlo, una siesta de 20 minutos es una buena forma de recuperar.
¿Lo ideal? Hacer lo que me aconsejaba siempre mi abuela: acostarse una hora antes por la noche.
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