23-02-2009

Un farmaco que borra los malos recuerdos

Un equipo holandés borra recuerdos relacionados con el miedo en varias personas. Es la primera vez que un experimento de este tipo se realiza en humanos.

El mecanismo es sencillo. Basta con administrar al paciente una dosis de propranolol, un beta-bloqueante empleado en el tratamiento de la hipertensión, antes de la evocación del recuerdo. Este sencillo gesto "rompe" el proceso de reconsolidación de la memoria y ésta desaparece o permanece en el olvido y no alcanzamos a recordarla.
La ciencia descubrió que durante los primeros compases de formación de un recuerdo era posible actuar sobre ellos y hacerlos desaparecer. Durante años, se creyó, sin embargo, que los recuerdos ya consolidados en la memoria eran inamovibles. Pero pronto numerosas investigaciones realizadas en animales dieron con su talón de Aquiles: la reconsolidación. Cada vez que se evoca una determinada memoria, ésta puede ser modificada y, por tanto, eliminada. Ahí fue donde centraron sus esfuerzos los especialistas en la materia.
Merel Kindt y sus colegas del Departamento de Psicología Clínica de la Universidad de Amsterdam decidieron poner en marcha con seres humanos lo que otros habían llevado a cabo en animales. Cuarenta sujetos se prestaron para el ensayo que borraría de sus mentes un recuerdo que se les había creado mediante un sencillo ejercicio de condicionamiento del miedo (mostrándoles fotos de arañas acompañadas o no de un estímulo "doloroso").
Un día después de la adquisición de ese miedo, la mitad de los participantes recibió un placebo y la otra una dosis de 40 mg de propranolol y se dispusieron para la reactivación del recuerdo. Veinticuatro horas más tarde, aquellos que habían tomado el fármaco no mostraron reacción de miedo frente al estímulo (en este caso, las imágenes de arañas) en contra de lo que ocurría en el grupo del placebo.
Sencillamente, no tenían miedo a las imágenes porque no recordaban que debían tenerlo. "Un resultado muy prometedor para el tratamiento de memorias intrusivas [aquellas persistentes e indeseadas] tales como las que suceden en el síndrome de estrés postraumático", ha explicado a elmundo.es Joseph LeDoux, catedrático de Neurociencia y Psicología en la Universidad de Nueva York, uno de los máximos exponentes en este campo.
El propranolol, un fármaco consumido por millones de hipertensos en el mundo, actúa sobre los receptores beta-adrenérgicos de la amígdala (estructura cerebral relacionada con el aprendizaje emocional y la modulación de la memoria) durante el procesamiento de información emocional. Es posible, se aventuran los autores en las páginas de la revista "Nature Neuroscience", que "interrumpa la síntesis de proteínas de la memoria amigdalar del miedo, provocando la alteración de ese recuerdo".
Para Merel Kindt, "estos hallazgos muestran que podremos desarrollar técnicas capaces de reducir permanentemente miedos como los del estrés postraumático, fobias y otros trastornos de ansiedad", según ha declarado a este medio. Su trabajo es "una extensión muy importante a los seres humanos de los trabajos realizados en animales por mi laboratorio"- en palabras de LeDoux-, que han servido para establecer las nociones básicas de estos estudios y en los que se basa buena parte del resto de investigaciones

03-02-2009

SALDAR DEUDAS CON EL SUEÑO

Fuente:Marzo 2008 [Psychologies nº 48].
http://www.psychologiesrevista.com/expertos/experto2_38.html

Emilio tiene 37 años y dirige su propia empresa. Me comenta que está perdiendo la memoria y que está convencido de que tiene un principio de Alzheimer. Ya ni siquiera se molesta en intentar recordar el nombre de la gente nueva que va conociendo, aun siendo consciente de lo importante que es para su negocio.
Ayer mismo, no se acordaba del número de teléfono de su socio al que llama todos los días y tuvo que consultar su agenda. "De todas formas, no creía que la senilidad comenzara tan pronto…", comenta.
Mi primera pregunta le sorprendió: "¿Cuántas horas duermes por la noche?
-Entre seis y siete horas,
¿por qué?
-¿Necesitas un despertador para levantarte por las mañanas?
-¡Claro! Si no, no me despertaría.
-Si te tumbaras durante el día en una habitación con poca luz,
¿crees que te quedarías dormido?
-Sí. He intentado ir a clases de yoga pero, en cuanto empezamos con la relajación, me quedo dormido".
El diagnóstico es claro: falta crónica de sueño. Según mi experiencia, constituye la principal causa de problemas de memoria en las personas jóvenes, mucho más frecuente que la demencia.
Varios estudios realizados en Estados Unidos estiman que más de la mitad de las personas dormimos entre una hora y una hora y media menos de lo necesario.
En el siglo XVIII, la media de horas de sueño estaba entre nueve horas y nueve horas y media, ritmo que se calculaba según las fases del sol y la luna. Pero, en nuestro siglo, respetar las necesidades de sueño se ha convertido en un lujo. Algo que solo hacemos en vacaciones, y ni siquiera. En las ciudades, admitir que dormimos más de ocho horas denota incluso una cierta "falta de ambición". Sin embargo, las consecuencias por la falta de sueño no se limitan a meros problemas de memoria. También provoca problemas de concentración, irritabilidad crónica con nuestros hijos o empleados, dificultades a la hora de tomar decisiones y, lo que es aún más grave, dificultades para encontrar el placer en las pequeñas cosas de la vida… y para sonreír. Se estima que funcionamos tan al límite de nuestras necesidades que los accidentes de tráfico aumentan un 10 por ciento durante la jornada en que pasamos al horario de verano y perdemos una hora de sueño. Además, la falta de sueño es la segunda causa de accidente en la carretera, después del alcohol.
¿Cómo saldaríamos esta deuda con el sueño? Lo primero que hay que saber es que es acumulativo: no basta con dormir toda una noche para recuperar la pérdida de una a dos horas diarias de sueño durante un mes. Tampoco sirve dormir una hora más durante el fin de semana. Para quienes puedan hacerlo, una siesta de 20 minutos es una buena forma de recuperar.
¿Lo ideal? Hacer lo que me aconsejaba siempre mi abuela: acostarse una hora antes por la noche.